Vuelves a estar. Estás. Yo no sabía
pero estuviste siempre, sin ausencia.
Se desvelaba en vano mi impaciencia:
tu andar era mi andar. No te veía.
Todo fue luz. Y luego, la sombría
zona de horror que el corazón silencia.
Y el corazón olvida, que hay urgencia
de olvidar. Y la noche se hace día.
Todo fue tan perfecto y esperado
desde el gesto inicial al señalado,
hasta mi sangre en otra trascendida.
Te di mi hostilidad, mi disonancia,
mi dolor y mi voz en la distancia.
Te di mi muerte. Y hoy, te doy mi vida.
J.P.F.
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